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2. ETIQUETA PARA EL CONTENIDO:
Sector, estrategia competitiva o estrategia corporativa

sábado, 11 de diciembre de 2010

Microteatro a Microprecio

No hay porque pensar ya en la crisis después de haber leído la palabra Microprecio.
No se trata sólo de un remedio salvabolsillo sino de una idea brillante, fresca y novedosa de diferenciación respecto al teatro en en sentido tradicional, acercando (literalmente) al espectador al teatro, a los actores, a la esencia de la representación: cinco pequeñas habitaciones acogen cinco microobras teatrales de 15 minutos cada una, a un precio de 3 euros por entrada. Las funciones se repiten hasta seis veces al día, con un tema común que varia cada mes.

El espacio (que se convierte en Microespacio) es el de una antigua carnicería, en la Calle Loreto y Chicote, convertida ahora en un espacio creativo, gracias a la contribución y al apoyo de la Asociación de Comerciantes triBall, cuyo objetivo fundamental es recuperar y revitalizar el barrio de Malasaña a través de la realización de eventos sociales y culturales.

Ya no queda, por lo tanto, más carne sino la de los actores, concentrados en sus reducidísimos espacios, actuando por un público muy limitado. En algunas salas caben solemente cinco o seis espectadores que se ven involucrados totalmente en la actuación, y llegan a sentarse en la mesa de la cena alrededor de la cual se sientan también los actores.

Otro elemento que merece la pena destacar en este innovativo proyecto cultural es la versatilidad del espacio y de las actividades ofrecidas: las paredes de las estancias son abatibles y se puede crear una gran sala para grandes obras tradicionales y conciertos, así como para acoger exposiciones de artistas sobre temas relaccionados con las mismas obras. Se trata por lo tanto de un espacio dinámico, de experimentación, capaz de adaptarse, sin costes añadidos, a un abánico de diversas ofertas.

La estrategia funciona, como ya había demostrado la fórmula del teatro “Por dinero” llevado a cabo en el antiguo prostíbulo de la calle Ballesta, en el que de 5 piezas son elegidas de entre 13 microobras -de entre diez y quince minutos, sobre un tema común-, se desarrollan de manera simultánea e ininterrumpidamente siempre y cuando tengan “clientes”. La elección de las piezas a representar corresponde a estos últimos, que las escogen gracias a una carta, como si de un bar se tratase, y a un sólo euro cada una.

“De esta forma, el espectador puede elegir tanto el tiempo que quiere pasar en el teatro, según el número de obras que quiera ver, así cómo el precio que quiere pagar, ya que cada visita a una sala se paga de forma individual”. Un buffet teatral, en síntesis.

De hecho los resultados se resumen de la siguiente manera: “Sin ninguna inversión en publicidad, con difusión únicamente a través de redes sociales y comunicados de prensa, el experimento fue un éxito. Colas de más de 200 personas se formaban horas antes de comenzar la función y, lamentablemente, se quedó más gente fuera de la que pudo entrar”[1].

Merece la pena destacar la genialidad de esta fórmula, tanto por la revaloración del teatro, como por su estrategia competitiva.

Si por un lado el teatro renace y se revitaliza como el espacio que nos ocupa -se habla de microteatro pero no de microcalidad-, por otro lado hay que destacar otros factores muy peculiares que esta fórmula proporciona. In primis, el contexto: la importancia de rivitalizar el barrio - rebilitando espacios para crear comercios o lugares alternativos de creación artística - y atraer así al entorno a un mayor número de potenciales clientes -turistas o locales que sean- que puedan acudir a todas las actividades comerciales y culturales en el alrededor.

Hay que destacar también la estrategia de diferenciación que este tipo de teatro ha tenido que desarrollar, sobre todo por la zona en que se encuadra: pleno centro de Madrid completamente lleno de innumerables teatros. La diferenciación se convierte así en una estrategia para poder enfrentarse a una grandísima competencia.

En el caso del Miniteatro, luego, los precios muy competitivos -sin tener que sacrificar la calidad del espectáculo-, el aforo limitadísimo -máximo aprovecho del espacio dispinible, máxima oferta de espéctaculos, máxima diversificación de oferta- y la peculiaridad de la experiencia vivida - la interacción entre protagonistas y espectadores - se convierten en elementos que concurren a crear un aura de novedad y originalidad que atrae y llama a un vasto número de personas que va aumentando cada día.

La íntima e exclusiva experiencia que vive el espectador (que elige liberamente sus obras y se envolucra en ellas) tiene una importancia fundamental en tanto en cuanto fomenta la percepción de “exclusividad”, el evento se vuelve algo muy íntimo y especial.

En definitiva, recursos intangibles que el público parece buscar y requerir cada vez más.