La polémica suscitada recientemente por las declaraciones de Ignasi Guardans, presidente del ICAA, en torno a la subvención a festivales de cine, muestra un trasfondo excesivamente desigual en el que la regulación de la creación de este tipo de eventos ha estado supeditado a intereses regionales.
Según datos del ICAA (Instituto de Cinematografía y de las Artes Audiovisuales), en 2009 se han celebrado 233 festivales en España, 42 de los cuales han recibido ayudas por parte del Ministerio de Cultura. El conflicto surge al valorar la utilidad real de estos eventos, ya que no sólo se solapan en el tiempo, sino que al no estar especializados crean un panorama confuso y poco homogéneo.
Los miles de festivales que se celebran cada año a nivel internacional hablan de cierta saturación en un sector en el que la producción no supera las barreras de distribución en la mayor parte de los casos. Según datos publicados en el informe Panorama Audiovisual de EGEDA, sólo en 9,2% de las películas emitidas en televisión en 2008 eran españolas, frente al 69% de producciones estadounidenses.
Los festivales son indudablemente una buena herramienta para hacer frente a estas irregularidades, ya que proyectan cintas que habitualmente no llegan a ser exhibidas en otros canales y promueven la compra-venta de derechos de emisión.
Resulta indispensable un esfuerzo en diferenciación por parte de los festivales, para asegurar la diversidad en la producción y la exhibición del cine. Desde los diversos organismos que aportan subvenciones se fomenta que los festivales de cine creen eventos más accesibles al público general y proporcionen un acceso al cine de minorías y de cineastas de menor visibilidad, de modo que haya un acercamiento en la relación entre el espectador y el cineasta y se cree una cultura de base para la supervivencia del séptimo arte.
El Festival de San Sebastián, único evento de categoría A en España y de cuyo patronato forma parte el ICAA, ha mantenido un proyecto artístico digno de su nombre a pesar de los recortes generados por la crisis. El Zinemaldia apostó hace cuatro años por diferenciar su producto al invertir las ganancias acumuladas en mejorar su oferta de contenidos y mediática, no sólo para mantener la máxima categoría sino para afianzar su estatus y atraer a nuevos inversores. Sin embargo, la llegada de la crisis internacional fue un imprevisto que les sorprendió con las arcas vacías y provocó una polémica reducción del 10% en la aportación de uno de sus socios. Sin embargo, la aplicación de soluciones creativas como la reducción de su duración le ha permitido mantener su posición frente a sus competidores directos.
Es ahora, a la salida de la recesión cuando el máximo órgano representativo del cine debe sistematizar sus aportaciones sin cerrar el paso a iniciativas creativas y diferenciadoras, En 2010 se destinarán más de tres millones de euros a subvenciones de festivales y muestras de cine, ayudas que serán supervisadas por un comité de expertos que aplicará la Orden ministerial sobre el cómputo de espectadores, calendario, ubicación y contenido y que tendrá un coste de 270.000 euros.
Teniendo en cuenta que estos eventos resultan indispensables para la promoción de cinematografías de diversa escala, resulta complicado decidir por la supervivencia de los festivales pequeños y resolver qué citas se verán abandonadas a su suerte y se tengan que ver cara a cara con la ley del más fuerte.
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